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Escrito en las estrellas está. A millones años luz. Un mensaje.
Entre la humedad y el negro de las calles camina resguardando las pequeñas manos en sus bolsillos. El viento invernal azota con furia, quizás más que nunca. Camina. Camina. Camina. Sueña con algo mejor, no te lo voy a negar, la libertad ahí está. Alguien la golpea en el hombro. No tiene repuesta para tal pregunta. No sabe qué esperan de ella. Hace tiempo dejo de intentar comprender, esa actitud no merece tanta molestia. Con fuerza, escondida, aprieta la ira entre sus bolsillos. Le sujeta la cara con más fuerza de la habitual. Le duele, pero no suelta ni una lágrima. Se oye un golpe sonoro seguido de uno sordo. Las miradas ajenas pasan de largo, los oídos permanecen abiertos, las manos permanecen cerradas en los bolsillos. La levanta. La acorrala en la pared y pide explicaciones de algo que a ella le importa una mierda. Aún no se ha enterado pero con cada golpe recibido está curtiendo su espíritu. Sabiendo encajar en una y otra mejilla, aprendiendo del error del prójimo, observando cual rapaz nocturna esperando a desplegar sus alas y actuar. Sus leyes son inamovibles, pero ella sabe que tan sólo en su desolado y reducido territorio. Un día más tiene poca importancia en la meta que ha establecido. En su reino tiene la entrada vetada y para ella eso es un gran paso. Sube las escaleras sin mostrar arrepentimiento. El precio será caro pero está escrito en la estrellas, a una distancia de millones años luz, un mensaje para aquellos que sepan leer.
Tacones de rencor y decepción resuenan a cada paso por la calle en la que camina. El eco es grande, más grande, cada vez más grande. Se mueve decidida, sabe lo que quiere, lo que no. La cabeza alta, los hombros rectos, toda ella erguida y con aparente fuerza de hierro. Sabe que el cambio ya no es una opción, continuar es la única posibilidad de no volver a tropezar. No le gusta caerse y lidiar con el esfuerzo por volverse a levantar. Las heridas duelen y las cicatrices nunca desaparecen. Viste medias de seda que le brindan un aspecto aterciopelado, pero no te fíes de su apariencia de muñequita, ella no es eso ni pretende serlo. Como si de una noche estrellada se tratara, el vestido negro que lleva se une con ella en una única figura confiriéndole la magia propia del cielo nocturno. La luna la observa, la acompaña, la escucha. Su verdadera confidente, su verdadera amiga. Un collar de finas perlas se entrelaza en su delicado cuello como espinas de ese veneno deseado. Un bolso rojo de mano se vislumbra bajo su brazo. Vacío. Sin nada que guardar. Triste vida la del bolso. ¿Para qué sirve entonces? Existir, tener un fin y no poder hacer uso de él. ¿Qué significado tiene estar? Pasar junto a escaparates que muestran conjuntos de ensueños, vidas de cuento, imágenes que te venden la plenitud y perfección a buen precio…, pero luego ¿dónde queda todo eso?
Estoy vacío de todo o lleno de nada. Los días pasan, las reuniones no cesan, la vida no es aburrida, pero carece de peso…, como yo. Nada es como me lo contaron, como me lo esbozaron, como me prometieron. En el fondo la odio. Tiene la opción de escoger, de decidir, de intentar y de entre todo el amplio abanico que tiene opta por no optar. No lo sabe pero ella es más inerte. La entiendo, pero elegir no vivir... Sentir es la viva esencia que te recuerda que existes, que eres y que no solamente estás. Soñar, sonreír, jugar, sufrir, llorar, superar, amar, sentir la pasión, dejar correr el fuego por cada una de tus venas, rellenar los pulmones de perfume incandescente, inspirar y expirar deseos, saborear ese ingrediente único y tan demandado del cuerpo humano. ¡Dios por qué! ¡Maldigo la hora en que decidiste darme esta forma!
Ella piensa que simplemente te hacen sentir vulnerable, débil e idiota, que no aportan nada más que un placer momentáneo que jamás llegará a ser algo más que un hecho temporal.
- ¿Sincera? ¿Quieres que sea sincera?
- Por favor.
Desvía la mirada hacia sus pies.
- ¿A qué temo?
…
- Me temo a mí misma, a quedarme sola, a no tener con quien compartir mis momentos, mis ilusiones y sueños, mis miedos y dolores, mis experiencias e impresiones, mis pequeñas ideas, mis canciones… Temo a que llegue un día en que no crea en nadie o nada de corazón, a dar oportunidades por lástima o pena. Temo a creer de verdad que el amor no existe y que le han sustituido la conveniencia y el egoísmo. Temo a llegar a odiar de verdad lo que soy, lo que me rodea y en lo que nos podemos convertir. Temo a casi todo lo que vive y late por miedo a que me decepcione, una vez más, como otras tantas cosas y personas.
- ¿Y qué piensas hacer?
Levanta la cabeza y le mira con decisión a los ojos mientras esboza una dulce sonrisa.
- Vivir, disfrutar y sonreír porque eso no ocurra.
Never again. Never. Never again. No more princesses. More cheap love. Glass shoes. No night dresses. Never again more fairy tales.
Vuelve a llover. Mi alma está mojada. Está inundada. Tendré que llamar a los bomberos. No es la primera vez ni tampoco será la última. Me gustan los teléfonos de emergencias, al menos ellos están siempre que los necesitas. Miro el teléfono. Parece que espere a que el venga a mí. Lo pienso. La verdad es que podría. Me levanto a regañadientes, descuelgo el auricular y empiezo a marcar. Tono. Tono. Tono. Tono. Tono. Cuelgo. No me gusta esperar. Me voy a la cocina asqueada. Joder. Abro la nevera y lo único que hay es una botella de agua, un yogur caducado, un trozo de queso y medio tomate que se ha echado a perder. Cierro. Agacho la cabeza y miro mis pies descalzos. Acabo de darme cuenta que no llevo zapatillas. Hace frío. Voy y cierro la ventana. Pero me quedo allí plantada y observo el mar. Lo escucho. Lo siento. Le comprendo. Me da miedo. Me doy miedo. Está oscuro, apenas distingo el límite entre él y el cielo. Un escalofrío se pasea por mi cuerpo. Mantengo la vista fija. No parpadeo. Presiento algo. La verdad está ahí. Sumergida en sus entrañas. Lo sabía. Él siempre ha tenido la clave. Toda para él. Pues yo la quiero. Yo también. Me pongo unas chanclas. Giro la llave un par de veces. Salgo. He dejado la tele encendida. Bah, ahora ya da igual. Bajo corriendo las escaleras de caracol. Saludo al vecino. Estoy fuera. Camino. Camino rápido. Camino. Rápido. En cuanto llego a la arena abandono mi calzado. Sé que me mira con ojos tiernos. Sabe que algo va a pasar. Es el límite de una fina línea entre algún suceso inesperado y la realidad de todos. Siento el agua. Permanezco allí de pie. Siento placer. Me está llamando. Alguien por fin me está llamando a mí. A mí. Solamente a mí. Me lanzo. Hundo la cabeza. Uno, dos, uno, dos, uno, dos. Paro. He entrado en su alma. O casi. Vamos a ello. Me sumerjo y empiezo a bucear. Patalea, agita, patalea, agita, vamos. Me he dado cuenta. Somos iguales. Estamos inundados, somos pura energía, puro caos, oscuridad. Somos peligrosos. Somos…
- Emergencias ¿dígame?
- Buenas noches, tenemos un problema. Hemos encontrado un cadáver.
- Sí.
- ¿Estás segura?
- Sí.
- ¿Lo tienes del todo claro? Que luego ya sabemos lo que pasa.
- Sí. Lo de siempre.
- Exacto. Piénsalo bien. Yo creo que no lo has pensado bien que sólo has visto lo divertido y lo positivo. ¿Has pensado en los contras?
- … Sí, claro.
- Ya verás como no te resulta fácil. Te lo digo yo que también he pasado por lo mismo y que sé cómo se piensa con esa edad. Escúchame que sé lo que me digo.
- Ya…
- Tú verás eh, yo no quiero influirte ni hacer que cambies de idea, simplemente es para que lo sepas.
- Sí, se nota, se nota.
- Lo dicho piénsalo antes de tomar una decisión.
- No.
- ¿Ahora no? Ves como lo sabía.
- No. Digo que no tengo nada que pensar porque ya he tomado mi decisión, que no hemos pasado por lo mismo, que no hemos vivido lo mismo, que no pensamos de la misma manera, que no me voy a equivocar ni a arrepentir. Que no cambio y que me mantengo firme. Gracias por tu interés y preocupación, pero créeme cuando digo que sólo yo sé lo que quiero. Así que si no te importa, tanto como si sí, me voy a permitir el lujo de no dudar y de estar segura y decidida. Nos vemos ¿vale? Hasta luego.
- A… adiós.
Sincera, cariñosa, soñadora y a veces influenciable. No sabe lo que quiere de un futuro lejano, pero tampoco le importa demasiado. Se escapó sin causa aparente, pero hay quien dice que se encontraba perdida y sola entre tanta gente.
Suele brillar vaya a donde vaya y pase lo que pase, pero temo que el frío y la tristeza la hallen antes que nadie.
Pido de todo corazón que me ayuden a encontrarla lo antes posible, sin ella en el fondo
Pido perdón por andar tan ocupada y olvidarme de publicar.
Pido perdón por estar tan preocupada por mis exámenes y olvidarme de leer.
Pido perdón por ir tan estresada con el trabajo y olvidarme de comentar.
Pido perdón por echarle la culpa a todo y no buscar un hueco para escaparme.
Pido perdón porque no es justo aparecer de repente y desaparecer sin más.
Pido perdón porque sé que éstas cosas pasan
pero porque también sé que hay que decir más a menudo lo siento.
Por todo esto y muchas cosas más:
disculpa.
Cualquier persona sea cual sea su condición se plantea hacía dónde dirige su vida, dónde parará, cómo ha llegado a su situación, qué ha sucedido. Imagínate por un instante con 40 años, en el umbral de tu media vida, haciendo un balance de qué has logrado hasta ahora.
Sigue imaginando.
Ahora, imagínate viviendo en una caseta hecha de chapa, madera y otros plásticos resistentes. Tu hogar no tiene más de 4 m de ancho por 4 de largo, no es mucho más alta que tu cabeza y lo máximo que tienes dentro de ella es un colchón viejo, un espejo roto por una esquina, unas flores y algo de comida. Un oso de peluche al que le falta un ojo y unas mantas ásperas terminan de decorar tu vida.
Fuera llueve. Las gotas son tu melodía en esta triste noche en la que tu mente no te da tregua en una guerra que ya crees perdida. La guerra de tu vida. Ya no recuerdas que fue lo último que te hizo reír sin tener que preocuparte luego. Ya no recuerdas cuál era aquel sueño por el que ibas a luchar cuando eras pequeño. Ya no recuerdas lo que es el sabor de la comida caliente. Ya no recuerdas lo que es dormir sin tener pesadillas. No recuerdas, si quiera, que es dormir simplemente.
Noche tras noche las mismas preguntas, las mismas dudas, los mismos miedos, la misma tristeza, las mismas lágrimas, la misma desesperación. El mismo estado de cansancio y rendición. Nadie apuesta por ti. Nadie cree en ti. Las miradas ajenas o bien sienten pavor o simplemente compasión. Nunca hay punto medio. Día tras día la misma situación. Tu trabajo es sobrevivir. Tu esperanza morir. No crees en los cuentos ni en la fantasía. No crees en la igualdad. No crees en el bienestar. Tampoco en nadie. En nada. La única realidad para ti es el destino, lo que ya está escrito.
Eres otro renegado de la sociedad, de una sociedad que sólo hace funciones de teatro con títeres que ya no recuerdan qué son, dónde están o qué hacen. El público está cegado por las luces y los colores, como en la caverna de Platón, un tío famoso que ahora mismo desconoces, pero que seguro te gustaría si alguien se molestara en explicártelo.
Tienes frío otra vez. Vuelves al comedor para pobres. Ahí están tus amigos de oficio. Ellos no viven mejor que tú. Unos son despreciados por sus familias, otros huyen de la ley y hay quienes simplemente están porque es lo único que les queda.
Tu última lata de cerveza. Mañana saldrás a buscar más. Otra vez solo. Otra vez mirándote frente a ese espejo. No te gusta lo que ves. Te enfadas contigo mismo, con la vida, con el destino, rompes a llorar. Tus manos temblorosas sujetan tu rostro. Una y otra vez. Siempre es igual. La cabeza te va a estallar y abatido por el dolor te dejas abrazar por Morfeo. Parece que esta vez has encontrado la calma y aunque quizás no vuelvas a despertar para contarlo, ahora puedes decir que eres feliz.
No te lo creerás, pero a pesar de que tú pienses que eres insignificante, siempre habrá alguien que te eche de menos. Yo lo haré. Saludos de quien siempre te observaba de lejos.
Firmado,
Un admirador desconocido.
P.D: Lamento no haberme acercado nunca a decirte que yo creía en ti. Confiaba en que tú podías.
Hoy me pregunto acerca de la vida, de la existencia, de la amistad, del amor.
¿Qué compone a cada una?
¿Qué las caracteriza?
¿Qué las hace necesarias?
¿Qué son en realidad?
Intento pensar en qué pueden significar para la gente en general y en lo que significa para mí.
Para mí todo es temporal.
No siento tristeza al oír mis propias palabras, aunque sí que me choca la tranquilidad con la que las he pronunciado.
¿Acaso es sólo eso y nada más?
Me gusta porque no me autoengaño con falsas esperanzas y expectativas. Soy sincera. Pero… ¿pensar así no es muy poco optimista? ¿No es signo de haber perdido cierto encanto por la vida? ¿No es propio tal vez de alguien viejo? ¿No debería preocuparme?
No, la verdad es que no lo hago.
Arrugo los labios un poco y siento cierta extrañeza hacia mí misma, pero ya está, nada más. Sigo caminando a través de las luces y del barullo de la fría ciudad. Sigo pensando mientras me pierdo en más ideas y pensamientos de esos que pueblan mi cabeza. La ciudad… ella sigue su rutina y su ritmo.
En las sombras alargo la mano intentando alcanzar algo que aún no soy capaz de describir. Me levanto de la fría y oscura superficie mientras camino a tientas. No sé si tengo los ojos abierto o cerrados. En mi subconsciente mis pensamientos se agitan y se mezclan. Yo confundo la realidad con la ficción. Sacudo mi cabeza e intento mantener el equilibrio. Respiro entrecortadamente porque allí hace demasiado frío. Me froto las manos y soplo entre los huecos que quedan para entrar en calor. Me abrazo. El silencio gobierna en ese reino, tan solo mis pasos anuncia la presencia de algo vivo. O no. Sigo caminando aunque no sé si en línea recta o haciendo círculos. Me tambaleo y me paro. Miro a un lado y a otro. O eso creo. Vuelvo a reanudar esa marcha sin sentido. Tropiezo con algo y me agacho para averiguar qué es. Parece un zapato. Sigo palpando. Mi corazón late deprisa. Me da miedo reconocer lo que estoy pensando qué es. Sigo. Sigo. Me topo con un rostro. Me quedo en blanco. Estoy temblando demasiado como para moverme. Me he caído al suelo. Mis piernas no reaccionan. Mi mente no funciona. Mi corazón parece ser el único con fuerzas suficientes como para salir de allí. La boca se me seca. Noto que tengo los ojos abiertos. Estoy sorprendida y asustada. Algo me agarra el tobillo. No puedo hacer nada. O eso pienso.
- Por favor, no huyas tú también.
Una voz me ha hablado. ¿Dios qué hago? No sé qué es. Tengo miedo. No puedo articular palabra alguna.
- Sé que estás ahí. Siento tu calor. Por favor, necesito ayuda.
Sin saber cómo o por qué me suelto rápidamente, doy un salto y salgo corriendo. Corre. Corre. Corre. Para. Me paro en seco. Otra vez más sin saber cómo o por qué me giro y vuelvo sobre mis pasos. Sé que lo estoy haciendo bien. Sé que no me equivoco. Sé que merece la pena. No lo sé con certeza empírica, pero lo siento y en esta oscuridad eso vale más.