Dulces Sueños - Donde ser pequeñ@ aún es posible

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Déjalas volar


Siempre he pensado que tengo un problema con mi cabeza: ella es demasiado pequeñita como para almacenar todo lo que pienso. Sé que la pobre no tiene la culpa, pues sería imposible moverse teniendo cabezas más grandes, pero por eso mismo la quiero porque con otra distinta las cosas serían más difíciles. Pero claro, yo no tengo tanto espacio allí arriba como para guardarlo todo y a causa de esto a veces olvido más rápido lo reciente que lo antiguo. Cuando te pasa alguna vez no le das mucha importancia, pero cuando empieza a pasarte por costumbre tienes que buscar alguna solución. Eso es lo que yo he hecho.


Empecé a pensar en las posibilidades que tenía. Pensé en guardar en cajitas diferentes todo según etiquetas: ideas, recuerdos, relatos, dudas… Luego me di cuenta de que eso ocupaba mucho espacio y volví a pensar. Pensé en guardarlas en un lápiz de memoria pero necesitaba muchos y encima luego me costaba acordarme de qué llevaba cada uno dentro. Volví a pensar y se me ocurrió la idea de regalar algunas que quizás no me hicieran tanta falta, pero me di cuenta de que todo lo que sabía o pensaba estaba ligado a otras muchas cosas que me quedaba y tuve que volver a pensar. ¿Y si no me preocupo de llevar siempre encima todo? ¿Y si de lo que me preocupo es de recordar que siempre que necesite ayuda todas esas palabras que expresan lo que sentía, he sentido o siento volverán por mí? ¿Y si confío en ellas pero también las dejo vivir?

Tras hacerme estas preguntas comprendí que no solamente yo tenía un problema. Conversé pacientemente con mi mente sobre mi propuesta. Al principio parecía reacia a compartir conmigo la posible solución, pero tras un par de capuchinos conseguimos la unanimidad.

La solución era no preocuparme tanto y dejar las cosas fluir. ¿Cómo? Instalando una puerta y un par de ventanas en mi cabeza. Aquellas palabras, ideas, memorias…, que querían salir a dar una vuelta, viajar, conocer a otras semejantes o no, tomarse un respiro, salir de fiesta, ahora, podían hacerlo. A cada una le di la dirección escrita por si no sabían muy bien cómo volver, una llave y una bonita sonrisa. La puerta era, evidentemente, para poder entrar y salir cuando ellas quisieran, la ventana era para que las que de momento decidieran quedarse en casa pudieran disfrutar del paisaje y animarse a salir y crecer. No obligué a ninguna a salir o a quedarse, lo que hice fue darles la opción de hacer lo que quisieran y sintieran a cambio de que luego se acordarán de mí y me hicieran el favor, cuando pudieran o quisieran, de contarme todo lo que habían vivido.

Ahora mis amigas son felices y yo tengo espacio porque el mundo sí que es lo suficientemente grande como para que todo lo que pienso viva libremente. Además, he aprendido que las palabras son como los viejos amigos, no siempre están a tu lado pero siempre están cuando las necesitas.


2 comentarios:

Lucia Mara de Souza dijo...

tia a veces te rayas mas que yo...eso me hace dudar.. yo que pensaba que era la chiflada..pero esto es una competencia...ESTO ES UNA GUERRA SANDRA DI TOSCANA!!!!!!!!!! jaja tk

Sira dijo...

¡Yuhuuuuuuu! Nunca he participado en una guerra. Pero oye esta guerra..., ¿no es de loc@s? Que gane la que más pueda soborn..., digo la mejor. Yo también te quiero mi querida Caballera de las Hazañas Inverosímiles ;)

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