¡Ups!
Muñecas de porcelana llenan la ciudad. Bellas, relucientes y resplandecientes. Llenas de color, piedrecitas preciosas y zapatitos de tacón. Agitan suave y dulcemente sus cabellos dorados, de color azabache y rojizos como el amanecer. Su piel tersa y delicada se deja entrever a la luz de la luna. Juntas se deslizan grácilmente por las calles del lugar. Juntas. Siempre. Como buenas y grandes amigas de verdad. ¡Apúntate! – me dicen - ¡Será mejor si hay una más! No gracias - les contesto yo – No me sientan bien los coloretes y menos un carmín tan chillón. ¡Bah! Seguro que es de esas que piensa y leen – ríen todas a coro y al mismo son. ¡Ay! ¡Crash! ¡Ups! Perdón, no quería, pero parece que se ha roto más de una.
Salud
Rico y sabroso,
tostado dulcemente a fuego lento.
Agua, burbujas y calma.
En el taburete la cosecha aparece,
la tierra, la siembra, la unión de hermanos, esas arrugadas manos que con esmero
acunan a los recién nacidos.
El olor casi llega hasta la cocina.
Una sonrisa se esboza en su rostro.
Puede saborear el intenso aroma.
Respirar sus orígenes.
Etiopía, la Península Árabe, Jamaica, América del Sur…
Una voz aguda nos avisa. El casero ritual comienza.